sábado, 25 de abril de 2015

CAPÍTULO 20

-Que pesados sois, por Dios. Siempre igual…

-No nos hables así, Alex. Somos tus padres. Un poquito de respeto.

-¡Respetadme vosotros a mi, joder!

-No digas palabrotas.

-No, tío, es que siempre igual.

-Alex, habla bien. No te hemos educado para que hables así.

-¡Pero si estoy hablando normal, joder! Siempre hago todo mal para vosotros. NUNCA hago algo bueno.

-Eso no es cierto.

-¡Pues claro que es cierto! ¡Todos los días, siempre con vuestros malditos gritos! ¿Me quereis dejar en paz de una vez?

-Pero si has empezado tú. - Me recriminó mi madre mirándome desde el asiento delantero.

-¡Calla ya!

-¡¡Alex!! Ni se te ocurra volver a decirle eso otra vez a tú madre. -Gritó mi padre mientras conducía, nervioso.

-¿Sabéis qué? Ojalá me pueda ir pronto de casa para no tener que soportaros todos los malditos días...

El hcoco acercándose por delante, el giro para salvar la vida, los gritos, el choque contra el cristal de adelante, el coche destrozado…



-¡ALEX! ¿Alex estás bien?- Lo oía de fondo. En primera persona oía sus gritos. El llanto desgarrador y mortal de mi madre, los alaridos de mi padre llamándome. Gritando mi nombre hasta que los llantos y los gritos se convirtieron en silencio. -Alex, por dios, despierta.

Oí unos pasos que se alejaban de mi corriendo y cómo alguien marcaba 3 teclas del teléfono.

-No-Dije susurrando.

-Si, hola. Mi amiga se acaba de caer al suelo y no responde y no se qué hacer y...

-¡NO!-Grité a la vez que abrí los ojos. Justin me miraba con el teléfono en la mano, absorto. Colgó y vino hacia mi.

-A... Alex... ¿Estás bien?- Dijo a mi lado mientras yo intentaba levantarme. 
-No te muevas. - de repente me cogió y, con cuidado, me dejó en el sofá. Se sentó a mi lado. -¿Qué fue eso?

-No se... me suele pasar últimamente. Se me va la cabeza y caigo.

-Ya, pero ¿por qué?

-El médico me dijo que eran bajadas de tensión.

-Esto no es normal. -Dijo asustado.

Le miré. Él me secó las lágrimas que caían por mis mejillas.

-Lo siento.- le dije susurrando.

-¿Que lo sientes? ¿por qué?

-Por este drama.

-¡Pero si tú no tienes la culpa! Lo siento yo por no... yo que se. Por todo.

-Eres tonto.- dije susurrando otra vez.

-Lo se.-Dijo, con otro susurro.

Me secó otra vez con la manga de la chaqueta las lágrimas que no dejaban de caer y se inclinó hacia mi, despacio. Me dio un beso, en la frente, con cariño, con delicadeza pero a la vez con ternura. Nos quedamos mirándonos, él con esos ojos preciosos. Yo aún llorando, por todo. Por lo que acababa de ver, por lo que acababa de recordar.

-Entonces... ¿qué tal te encuentras?

-Bien, ahora mejor. Gracias, enserio.

-No se el porqué de esas gracias.

-Por ayudarme y por estar aquí.

-Alex, eres mi amiga. ¿Qué esperabas que hiciera? ¿Que me quedara mirando? ¿Que me fuera?- Rió.

-No se. Pero gracias.- dije secándome las últimas lágrimas.

Seguro que estaba horrible. Seguro que estaba asustado cuando no era para tanto. Ya me estaba acostumbrando a esto de que mi cuerpo desconectara de repente aunque no mi cerebro. En realidad lo peor de todo era lo que este me recordaba. Cuando tenía esos flashbacks de los últimos minutos antes del accidente, que me enseñaban una y otra vez cómo había ocurrido todo. Como si no lo supiera ya bastante. Como si no tuviera pesadillas cada noche sobre ello. Bueno, miento. Sobre ello no. Sobre mi vida pasada en general. Y es que cada día que pasaba los últimos momentos solo los recordaba cuando me desmayaba. Es curioso porque no me acuerdo justo del momento. ¿Mejor no? Para qué sufrir más. Para eso volvía a esos momentos en mis desfallecimientos. Para que recordara que, oh, vaya. Alex eras una idiota con tus padres hasta el último segundo. Enhorabuena.

-Bueno... ¿quieres algo de beber? ¿Has desayunado?- Justin me volvió a la realidad.

-No... no he desayunado.- Dije incorporándome.

-¡Pues muy mal, señorita!- lo que me faltaba... ¿Cuántas veces me habían llamado señorita hoy? Y no la misma persona.

Lucas... No se qué se me pasa por la cabeza. ¡Tengo novio!, creo. Y me gustaba. Mucho. Vale, no le conozco desde siempre pero cada día que pasaba sentía más y más por él.  ¿Segura, Alex? ¿Entonces por qué te pusiste así de tonta antes con Justin? ¿Y esos celos? ¿Son de amigos? ¿Y ese cariño?

Justin se había ido a la cocina a hacerme algo de desayunar. Me había arropado con una manta y me había dejado ahí reflexionando. Olía bien, a pankakes y fue entonces cuando empecé a sentir un hambre voraz. ¿Hacía cuánto que no comía? desde ayer por la tarde... normal que me desmaye.
El teléfono sonó y oí cómo Justin hablaba desde la cocina. Cuando terminó vino con una bandeja que, en efecto, tenía pankakes de arándanos, y la dejó en la mesa que tenía enfrente. Me incorporé hasta sentarme. Él se sentó a mi lado.

-Eran los de emergencias. Querían saber si estabas viva. -Asentí.- Yo tampoco he desayunado así que si no te importa...-dijo mientras cogía un plato y se ponía una tortita.

-Para nada. sírvete. Huele genial.

-Gracias.- sonrió.

Cogí el otro plato y me serví también una. Estaba riquísimo. Una de las cosas que amaba de vivir ahora en EEUU eran los desayunos, esos riquísimos y gigantes desayunos. Se veía que Justin sabía cocinar bien.

-Están genial, gracias.

-De nada, que aproveche, pequeña. -Dijo mientras se metía un trozo gigante en la boca.- espera, se me olvidaba. -Se levantó, aún masticando y se dirigió a la cocina. Oí como utilizaba el microondas y justo después del "DIN" que indicaba que estaba ya listo, un olor llegó a mi. Mmmm... Chocolate...

Justin se volvió a sentar pero esta vez con un cuenco lleno de chocolate caliente y un espendedor de nata montada.

-¿Cómo sabes que me gustan con nata?

-No lo sabía. -Sonrió.- A mi también me gustan con nata y chocolate.

-¿Arándanos con chocolate?-Pregunté divertida.

-¿Nunca lo has probado?- Cogió un trozo de su pankake, lo mojó en chocolate y le puso nata por encima, seguidamente llevó trozo a mi boca. Esto era... muy raro pero decidida me lo metí en la boca y noté el chocolate caliente deshecho junto la nata, fría y el sabor de los arándanos todo a la vez. Rico no, ¡riquísimo!

Sin decir nada cogí el cuenco de chocolate y lo eché por todo mi pankake. Seguidamente lo cubrí de nata.


Le sonreí y él me devolvió la sonrisa. ¿Por qué? ¿Por qué tenía una sonrisa tan bonita? Al igual que Lucas... Lucas...