-¿Sí?
-¿Me puedes venir a recoger?
-¿Qué ha pasado?
-Nada...
-¿Estás bien?-Dijo preocupado.
-No, por favor, ven a recogerme.
Yo… Lo siento…
-Pero…-Le colgué.
La gente seguía entrando al parque
con su entusiasmo, con su felicidad. Seguramente se preguntaban quién sería
aquella chica pálida, con los ojos rojos y el pelo alborotado que salía tan
amargada. Los aparcamientos estaban llenos y seguía llegando gente. Me había
cambiado y había guardado la camiseta de Justin en la mochila. Estaba pensando
en qué decirle cuando llegó con su coche.
-Hey, pequeña. Sube.-Le hice caso y
entré con una sonrisa forzada. Él aparcó en un lado y se giró hacia mí. -¿Qué ha pasado?- me preguntó serio.
-Nada… me aburría y…-No sabía que
decirle. ¿Mi mejor amigo me ha dejado tirada por lo que me he sentido como la
mierda y me he hecho vomitar? No.
-Alex. Antes te he llamado y me has
colgado de repente. Ni siquiera escuchabas lo que te decía. Una hora después me
llamas y me pides que te recoja. Así sin más y me cuelgas otra vez. ¿Dónde está
tu amigo?
-Lo siento mucho, Lucas. No ha sido
un buen día y…
-¿Qué ha pasado?
-No sé. Todas esas familias me han
hecho recordar y, lo siento de veras. Yo intento ser normal, sabes. Intento
pasar página y ser feliz.
-Lo sé, cariño.
-Lo siento.
-No lo sientas. ¿Dónde está…?
-Le perdí de vista entre tanta
gente.-me miró a los ojos.
-¿Has llorado?
-Nono. Es que antes se me ha metido
agua en los ojos y los llevo teniendo así toda la mañana.
-Te voy a ser sincero. Esto no me
gusta, Alex. Sé que me estás mintiendo. No mientes bien. No sé qué ha pasado ni
por qué no estás con tu amigo y me preocupas.
-Yo…
-Si quieres contármelo te ayudaré.
-Justin se fue con…
-¿Con unas chicas?
-Sí…-dije extrañada.
-Sí…-dije extrañada.
-Eso me lo imaginaba. Pero ¿no es
por eso por lo que estás mal, no?
-Lo de que todo me recuerda a lo
que pasó es verdad.
-¿Lloraste por eso?
-Sí. Me sentí sola.
-Ven aquí.- me cogió la cara entre
las manos suavemente y me besó.
-Te quiero, Alex. No estás sola.
-Ya…
-Que le den al subnormal ese, ¿sí?
-Sí…
-Anda, vámonos. – me dio otro beso
y se incorporó mirando hacia delante. Esperó a que me pusiera el cinturón y nos
fuimos.
Ya estaba anocheciendo y, ya
calmada, miraba a Lucas conducir concentrado. La música sonaba, country.fm.
-Y esto ha sido "Somebody´s
Heartbreak" de Hunter Hayes. -Decía con entusiasmo el presentador de la
radio.- Bonita para ir cerrando ya la tarde, ¿Verdad? Genial, ¡ahora pasaremos
con uno de los temas que han salido de la nada con un gran estruendo!
"Lonely eyes" de Chris Young quien está triunfando con varios de sus
canciones en nuestro Country30Hits.
Lucas salió de la autopista por una
carretera solitaria y sin iluminación alguna.
-¿A dónde vamos? ¿No íbamos a casa?
Me miró con una sonrisa.
-He cambiado de idea.
-Ah... pero... ¿a dónde...?
-Ahora verás.
-Esta carretera no lleva a ningún
lugar... Lucas...
Me volvió a mirar durante un
momento para volver a centrarse en la carretera sin decir ninguna palabra.
De repente empezó a aminorar la
velocidad y salió de la carretera con solo los focos de corta distancia del
coche.
-¡¿Qué haces?!-Me giré confusa
hacia él pidiéndole una explicación. Él solo volvió a sonreír y siguió
conduciendo a poca velocidad a través del campo que nos rodeaba.
Pasaron 5 min cuando por fin se
detuvo.
-Vamos.-Dijo mientras paraba el
motor y salía del coche. Yo me quedé mirándole extrañada y con un poco de
miedo. Lucas abrió el maletero y cogió una manta y fue a abrirme la
puerta.-Vamos, ven. Tranquila.
-Lucas, pero... ¿Qué?
-Confía en mí.- Me tendió la mano.
Y confié en él. Me llevó de la mano
caminando durante 5 minutos en silencio. La luz de la luna iluminaba las sombras de
los árboles, de los troncos viejos y carcomidos.
-Ya estamos. -anunció. Soltó mi
mano y extendió la manta en la hierba mullida.-Túmbate.
-¿Qué?-Le miré pero no dijo nada
más así que le hice caso y él se tumbó a mi lado.- ¿Qué hacemos aquí, Lucas?
-Shh...- me miró.- Alex...
-¿Qué?- Le devolví la mirada.
-Cierra los ojos.
-Eh...
-Viniste aquí conmigo, saliste del
coche y te dejaste llevar a un sitio alejado del mundo. Confías en mí o estás loca.
Cierra los ojos, es de lo último que te pediré, lo prometo.
-...yo... vale.- dije no muy
segura. Y los cerré.
-Muy bien, pequeña. Ahora no existe
nada, ¿vale? No existo yo, no existe este lugar ni la ciudad. No existen estos
últimos meses. Olvida todo eso.
Le hice caso y lo olvidé todo.
-Respira.
Respiré aquel olor a campo, a
hierba mojada por el rocío, a hoja de pino, a tomillo, a tierra. Me hice adicta
a ese olor que tanto ansiaba y había echado de menos. Respiré el aire de aquel
pueblecito francés que había dejado atrás.
Escuché el viento que pasaba encima
mío, el mover de las hojas, de las plantas, un río no muy lejos. El bosque, la
naturaleza y mi respiración. Escuché esos sonidos que creía que había olvidado
pero no. Ahí estaban, heridos en el fondo de mis recuerdos. Escuché cada uno de
los sonidos que habían llenado mi anterior vida.
Y lloré, lloré como la niña que
había sido una vez. Lloré por volver a oírlo, a olerlo, a sentirlo, a sentirlos
a mi lado. Allí estaban. Sonriendo, riendo y yo con ellos. Allí estaban y nunca
se habían ido. Seguían estando en mí. En mi corazón. Seguían viviendo en él y
seguirían viviendo allí. Aquí.
Lloraba porque había creído que les
había perdido y no. Siempre habían estado aquí. Y sonreía como nunca en meses.
Seguía aquí aquel amor de ella acariciándome el pelo cuando estaba medio
dormida, estaba aquí el amor de él cogiéndome de la mano y subiéndome a sus
hombros cuando aún podía conmigo.
Abrí los ojos y un gran espectáculo
estaba ante mí. Toda la Vía Láctea en aquel bonito escenario. Mil millones y
una estrellas en el firmamento, preciosas, inalcanzables, brillantes. Podían
verse los millones de kilómetros que nos separaban y todo me pareció tan pequeño… Todos
los problemas ahora, con las dos personas más importantes de mi vida y debajo
de aquellas pequeñas gigantes, parecían tan insignificantes...