jueves, 2 de mayo de 2013

CAPÍTULO 11


Justin me acompañó hasta mi casa, allí nos despedimos y se fue alejando. Cuando estaba ya al final de la calle, noté algo peludo y suave pasando por mis piernas. Daysi salió corriendo disparada hacia la calle ladrando.

-¡Daysi! ¡Ven aquí, ya!- Justin se giró al oír mis gritos.

Me dirigió, extrañado, una mirada y después la dirigió a Daysi que desaparecía  en un callejón. Justin corrió hacía donde había desaparecido mi perra. Yo no lo dude, le seguí corriendo.

Cuando les perdí de vista, me di cuenta de que estaba perdida. El callejón solo tenía dos muros de piedra a los laterales, a veces edificios y otros callejones que salían de él. Todavía era de día, había pasado solo un tiempo desde que habíamos salido del instituto pero igualmente no sabría volver a casa. Empecé a dar vueltas, metiéndome por un callejón y por otro. Cuando ya llevaba más de una hora andando, paré. Ya estaba anocheciendo, demasiado pronto por aquí. Pasaron los minutos y yo seguía, preocupada, en aquel sitio. De repente, oí a lo lejos unos ladridos. Me concentré en ello, el sonido se fue acercando cada vez más y más. Hasta que de un lateral, apareció un perro pequeño y sucio que se acercó ladrando amigable. En cuanto lo tuve cerca, la reconocí. Era Daysi, que estaba sucia y de color gris.

-¡Daysi!- se acercó lo suficiente para que la acariciara y la mimara. Cuando todavía no había acabado de acariciarla, retrocedió ladrando más fuerte.- ¿qué pasa Daysi?- Salió corriendo por donde había venido. Yo la seguí corriendo. Esta vez no la perdí de vista. De repente se paró en seco. Yo oí unos gritos amenazadores. Justo en frente de nosotras estaba Justin con cinco personas más. Le estaban rodeando y amenazando con insultos. Todavía no me habían visto así que me oculté en la esquina.

Uno de los chicos se acercó más de la cuenta y Justin le dio un puñetazo. Los otros, se abalanzaron sobre él. Quería intervenir, gritar o irme para no ver lo que le hacían. Si intervenía, no iba a tener más suerte que él. Y no me iba a ir así como así dejándolo con esos matones. Daysi, que estaba a mi lado, ladró. Uno de ellos se giró, y la vio.

-¡Fuera chucho! ¡Largo! – el chico, hizo ademán de pegar una patada a mi perra. Yo, sin querer, emití un gemido. - ¿quién anda ahí?- yo me encogí y maldecí por lo bajo. El chico, se giró lo suficiente para verme.- hola preciosa, ¿de dónde sales?- me cogió de la camiseta llevándome con sus amigos. – Mirar tíos, ha aparecido la novia a defenderle. -dijo el chico, un poco gordo, a sus amigos.

Un chico pelirrojo con marcas de moratones en la cara se me acercó.

-Está buena.- Todos se rieron. - ¿De dónde sales, guapa? No te he visto nunca por aquí. No pintas nada con ese friki bailarín. Sujetarla.- Me asusté, más de lo que ya estaba. El chico gordo de antes y uno más fuerte me cogieron inmovilizándome mientras el pelirrojo me empezó a besar por el cuello y a tocarme la cintura, y no solo la cintura.

De repente, Justin apareció por detrás de él y sin que nadie se lo esperara, le golpeó en la cabeza con una barra de hierro del suelo. El chico cayó. Hubo un segundo de confusión. Nadie se movió. Justin miraba a los matones con la barra en la mano como excusándose. Los chicos me soltaron y fueron hacia mi amigo. Le quitaron la barra, le tiraron al suelo de un empujón y vi, a través del pánico, del miedo y de mis lagrimas como el chico gordo le daba con la misma barra mientras uno ayudaba al pelirrojo a levantarse y los otros animaban a su amigo que daba la paliza e insultaban. Caí, de la desesperación, al suelo frío. Pararon de pegar a Justin, me miraron y se acercaron hacia mí.

Y, otra vez, se volvió todo negro.


El coche acercándose por delante, el giro para salvar la vida, los gritos, el choque contra el cristal de adelante, el coche destrozado…

-Acabamos de oír por la radio que la carretera hacia el pueblo se ha vuelto peligrosa por los desprendimientos. Ha habido varias avalanchas hoy. Tu madre y yo hemos pensado ir por la otra carretera, aunque lleguemos más tarde.

-Pero papá, he quedado dentro de una hora con Sara. No la puedo dejar plantada.  Además, no creo que nos pase nada.

-Pero hay posibilidades hija. Llama a Sara y dile que llegaremos m´ss tarde.

- No tengo casi batería. Y aunque la tuviera, no la llamaría. Quiero llegar ya. Me da igual que haya desprendimientos, y me da igual el pringado que le caigan encima, no seremos nosotros.-mi madre me miró con mala cara.

-Está bien. Está bien. Iremos como siempre. Pero si vemos que la cosa se pone fea nos damos la vuelta.


Noté algo húmedo en la cara


Me desperté sobresaltada. Ya era de noche. Daysi estaba a mi lado, en el callejón.

Los matones se habían ido. Me levanté. Mi cabeza me palpitaba del dolor. Me toqué la frente y note algo húmedo. Tenía sangre, pero no me importó ya que vi a Justin tirado en el suelo malherido.

-¡Justin! –me acerqué a él torpemente y mareada. Él tenía la nariz llena de sangre y rota. También tenía una herida en la cabeza y muchas magulladuras por el cuerpo. No perdía mucha sangre pero, por si acaso, le taponé la herida con mi chaqueta. Justin se movía medio inconsciente mientras yo gritaba su nombre. Pasó un tiempo hasta que se despertó.

-¿Qué… qué ha pasado?- dijo con esfuerzo.

-¿Estás bien? tenemos que salir de aquí- Justin no contestó. En vez de eso, me miró. Yo me quedé mirándole preocupada. Mi chaqueta seguía en su frente. Eran las 8 de la noche. Tenía hambre, sueño, sangre en la cabeza y un chico a mis pies, al que le acababan de pegar una paliza. Genial. Además estaba perdida en medio de un barrio solitario. Justin percibió mi preocupación.

-Uff, mi cabeza- dijo.

-¿Dónde estamos? Voy a llamar a urgencias.

-¡No! Digo… no hace falta que llames, estoy bien.

-¿Estás loco? Te han pegado una paliza increíble.

-No es para tanto, enserio. Estoy bien. No llames por favor.

-¡Pero no estás bien!-protesté.

-No puedo ir a urgencias. Igual que tú, yo también tengo secretos y movidas. –Intentó levantarse y yo le ayudé. Con esfuerzo y cojeando se puso a andar hacia el comienzo de la calle. Se giró y vio la herida que tenía en la frente.

 -¡¿Te han pegado?!- se acercó a mí y me levantó el pelo que cubría la herida. Le vi enfadado, furioso. Se giró y gritó.

-No me duele.- Era verdad, ya no me dolía tanto, me preocupaba más él.

-Ya… seguro…. ¡Dios! Qué asco de gente. ¡Les mataría! ¡Tú no tienes nada que ver!

-¿A qué te refieres? ¿Quiénes eran esos tipos? ¿Por qué te han pegado?- le cogí de un brazo y le ayudé a andar.

- Unos locos.

-¿Les conoces?

-Desgraciadamente sí.  Anda, vámonos.

Andamos durante poco tiempo hasta que encontramos las primeras casas decentes. Afortunadamente, mi casa estaba a unas dos manzanas de allí.

Nos paramos enfrente de mi puerta y le senté en el bordillo.

-Lo siento.- dije.

-¿Por? ¡Lo siento yo! Joe, si supieras como me siento… Podría haberles partido la cabeza a todos.

-No, de verdad. Lo siento mucho.

-Tranquila. - sacó el móvil.- Hola quiero un taxi al 477 South Tabor St, por favor. Vale, gracias.- Nos quedamos allí sin decir nada.

-Hazme una perdida en cuanto llegues.- le dije cuando llegó su taxi.

- Tranquila y… lo siento otra vez. Lo siento de verdad.- Me dio un abrazo y se subió al taxi.

-Adiós…- susurré.

Entré en mi casa. Iba subiendo por la escalera y me encontré una nota.

Alex, tú tío y yo nos hemos ido a un restaurante. Volveremos a las 9. Espero que estés cuando lleguemos. Amber vuelve a las 6.

                                                                   Elisabeth

Noté a alguien detrás de mí.

-Hola Alex.- Era Amber.

-¡Qué susto me has dado!

-Lo siento. ¿Qué te ha pasado?- me retiró el flequillo. La herida ya había parado de sangrar.- ¿cómo te has hecho eso? ¿Te duele?- puso cara de dolor.- ven que te cure.- me llevó al baño. Allí me puso alcohol.- ¿cómo te lo has hecho?

-Un chaval que iba en bici me atropelló.

-¿Era pequeño? ¿Le dijiste algo?

- No… Se montó otra vez en su bici y se fue.

-Hay niñatos por todos lados hoy en día.

-Si… gracias. Oye me voy a dormir. Estoy bastante cansada, lo siento.- la abracé y me fui a mi cuarto.