Los niños, el padre protector, la
madre felizmente casada, los amigos de sus hijos… Familias felices. Lo que me
faltaba. Todos felices hasta que llegue la desgracia. Veía sus sonrisas, tan
grandes como había sido la mía hace unos meses y la añoraba. La añoraba
muchísimo.
-¿Y esa cara?- Justin me pilló. Yo
fingí una sonrisa.
-¿Qué cara?- Él enarco una ceja.
-¡Estamos aquí para divertirnos,
así que ya estás sonriendo!
Tenía razón, era a lo que veníamos
pero un lugar lleno de familias irresistiblemente felices no me parecía mucha
diversión. Egoísta, lo se.
-Vale, vale.- le sonreí actuando.
-¿Te hace una "Roller Coaster"?- dijo
con energía señalando una montaña rusa verde con una cola de unos minutos
largos. No le respondí, simplemente fuimos hacia allí.
Hay que saber que yo no soy muy de
experiencias fuertes. Lo pasaría mejor mirando cómo se monta él desde un lugar
alejado de gritos, vómitos y miedo. Pero bueno, otra vez, su ilusión no me dejó
decir que no.
No solo montamos una vez, Justin
era incansable. Después de esas fuimos a por más adrenalina. No lo pasaba mal
del todo, Justin estaba feliz y me sentía cómoda.
-¿Te has traído bikini no?-Dijo
cuando nos paramos a descansar en el césped.
-¿Tendría que haberlo
traído?-Pregunté intentando excusarme. Se rio.
-Con o sin bikini, amiga mía, esa
es nuestra siguiente parada. – Señaló a una atracción con la que realmente me
arrepentí de no haberme traído el maldito bañador.
-Oh no…
-¡Oh sí!- Dijo con voz burlona. A
lo lejos se veía unas lanchas, como para unas 12 personas en cada una, que
subían por una gran, gran, pendiente. Luego allí se paraban, supongo que para
dar más ganas de bajar de una vez por la altura, y se iban acercando poco a
poco al tobogán llenísimo de agua. Allí se empujaba a la balsa para coger más
impulso y seguido con los gritos de la gente, bajabas junto con, además, unos
chorros a presión, hasta la piscina. La escena siguiente era tener los pies
sumergidos, los chicos, avergonzados por su grito un tanto femenino, riendo y
cómo no, todos empapados hasta la ropa interior.
-Llevo una camiseta blanca.- Me
había quitado la sudadera debido al tremendo calor que me habían producido las
experiencias anteriores.
-Qué pena ¿no?- dijo mirándome.-
¡vamos!- se levantó y me ofreció la mano para ayudarme a levantarme.
-Ve tú, yo me quedo.- Se rio.
-¡No me obligues a
arrastrarte!- amenazó. Antes de que pudiera negarme otra vez me cogió cual saco
de patatas sin que yo pudiera evitarlo.
-¡Justin bájame!-Grité.
-No, si no vienes.- Empezó a
llevarme hacia la entrada mientras yo pataleaba.
-¡No tiene gracia! ¡Bájame!- Grité
todavía más fuerte.
-¡Shh! No grites que la gente nos
está mirando raro.- Dijo riéndose.
-¿Por qué será? Vale, vale. Voy,
pero bájame.
-¿Me prometes que no huirás?
-¿Acaso tendría alguna posibilidad
de que no me alcanzaras?
-Se buena. – Me bajó y sentí un
pequeño mareo.- Vamos.
Claramente no tuve otra opción y
para que no se me viera mi precioso sujetador negro tras el chapuzón, tuve que
ponerme la sudadera.
-Me debes una.
El vehículo acuático empezó a
subir. Me había colocado entre Justin y una señora que ocupaba mitad de mi
asiento. Las cosas que tiene que hacer una…
Cuando estaba ya arriba se notaba
el ondular que causaba el viento.
-¡No mires abajo, ni a la derecha!
Ni mucho menos a la izquierda o la señora te tragará.- pensé.
-¿Preparada?- Dijo Justin excitado
por las vistas. Me cogió de la mano y yo le devolví el gesto apretándole
fuerte.
Todo paso en un segundo, el
estómago se me subió y el corazón casi se me sale por la boca. La señora había
dado toda su alma en el pedazo de grito, demasiado agudo para alguien tan
grande. Estaba terriblemente empapada. Justin gritaba de júbilo al lado.
-¡Otra más, otra más!- decía
alterado. Le solté la mano y fue cuando me di cuenta de que mi miedo lo había
sufrido también Justin. No se había dado cuenta aun de que le había clavado las
uñas.
Tierra firme, por fin. Aunque
realmente parecía una gota de agua humana. Nos fuimos a sentar al césped de
antes.
-Que, ¿qué tal?-dijo también
empapado.
-Bien… un poco sorda.
-Yo sin mano, no te quejes- sonrió.
-Ahora tengo calor…- nos reímos.
-Quítate la sudadera.
-Sí, ¿no? Para darles una alegría a
todos. ¡Fiesta de camisetas mojadas!- bromeé.
Justin aulló y nos reímos al
unisonó.
-Tengo una idea. Te debía una ¿no?
-Ajam…- dije intentando adivinar a
dónde quería llegar.
-Si quieres te dejo mi camiseta,
está un poco mojada pero mejor que la blanca… así cojo un poco de color- Le miré
agradecida.
-Estaría bien, sí. –Sin pensarlo se
la quitó y no pude evitar observarle, nunca había pensado lo que había debajo
de sus camisetas. Realmente me habría esperado que no tuviera ni forma, ni
nada, pero no sabía cuánto me equivocaba. Horas en el gimnasio, muchas horas.
Sus abdominales marcados y algo húmedos, unos pectorales no muy voluminosos
pero si trabajados, una espalda recta, fuerte. Aún tenía moratones de la
paliza, pero parecía como si no le dolieran.
No me di cuenta de que me había
quedado embobada mirándole de arriba abajo.
-Eh… ¿Alex…?- Volví a la realidad.
Justin me estaba ofreciendo su camiseta.
-Eh… Eh… Sí, la camiseta. Perdona.-
sonrió. Le di mi móvil, cogí la camiseta y me fui al baño a cambiarme. Guardé
mi camiseta y la sudadera en la mochila que traía conmigo y me miré en el
espejo. Sonreí divertida. Me estaba grande pero me sentaba bien, me gustaba. Sobre todo porque era suya…
-¡Deja de pensar en Justin, Alex!-
me grité por dentro. No iba mal el día. Las atracciones eran pequeñas aventuras
y no podía vivirlas con otro que no fuera él. Él… Justin.
Igual que no me había parado a pensar en cómo era Justin físicamente,
tampoco me había parado a pensar en que había entrado en mi vida salvándome de
algún modo. Esta era mi nueva vida. Sonreí. Justin y Lucas.