sábado, 29 de marzo de 2014

CAPÍTULO 14

Los niños, el padre protector, la madre felizmente casada, los amigos de sus hijos… Familias felices. Lo que me faltaba. Todos felices hasta que llegue la desgracia. Veía sus sonrisas, tan grandes como había sido la mía hace unos meses y la añoraba. La añoraba muchísimo.
-¿Y esa cara?- Justin me pilló. Yo fingí una sonrisa.
-¿Qué cara?- Él enarco una ceja.
-¡Estamos aquí para divertirnos, así que ya estás sonriendo!
Tenía razón, era a lo que veníamos pero un lugar lleno de familias irresistiblemente felices no me parecía mucha diversión. Egoísta, lo se.
-Vale, vale.- le sonreí actuando.
-¿Te hace una "Roller Coaster"?- dijo con energía señalando una montaña rusa verde con una cola de unos minutos largos. No le respondí, simplemente fuimos hacia allí.
Hay que saber que yo no soy muy de experiencias fuertes. Lo pasaría mejor mirando cómo se monta él desde un lugar alejado de gritos, vómitos y miedo. Pero bueno, otra vez, su ilusión no me dejó decir que no.
No solo montamos una vez, Justin era incansable. Después de esas fuimos a por más adrenalina. No lo pasaba mal del todo, Justin estaba feliz y me sentía cómoda.
-¿Te has traído bikini no?-Dijo cuando nos paramos a descansar en el césped.
-¿Tendría que haberlo traído?-Pregunté intentando excusarme. Se rio.
-Con o sin bikini, amiga mía, esa es nuestra siguiente parada. – Señaló a una atracción con la que realmente me arrepentí de no haberme traído el maldito bañador.
-Oh no…
-¡Oh sí!- Dijo con voz burlona. A lo lejos se veía unas lanchas, como para unas 12 personas en cada una, que subían por una gran, gran, pendiente. Luego allí se paraban, supongo que para dar más ganas de bajar de una vez por la altura, y se iban acercando poco a poco al tobogán llenísimo de agua. Allí se empujaba a la balsa para coger más impulso y seguido con los gritos de la gente, bajabas junto con, además, unos chorros a presión, hasta la piscina. La escena siguiente era tener los pies sumergidos, los chicos, avergonzados por su grito un tanto femenino, riendo y cómo no, todos empapados hasta la ropa interior.
-Llevo una camiseta blanca.- Me había quitado la sudadera debido al tremendo calor que me habían producido las experiencias anteriores.
-Qué pena ¿no?- dijo mirándome.- ¡vamos!- se levantó y me ofreció la mano para ayudarme a levantarme.
-Ve tú, yo me quedo.- Se rio.
-¡No me obligues a arrastrarte!- amenazó. Antes de que pudiera negarme otra vez me cogió cual saco de patatas sin que yo pudiera evitarlo.
-¡Justin bájame!-Grité.
-No, si no vienes.- Empezó a llevarme hacia la entrada mientras yo pataleaba.
-¡No tiene gracia! ¡Bájame!- Grité todavía más fuerte.
-¡Shh! No grites que la gente nos está mirando raro.- Dijo riéndose.
-¿Por qué será? Vale, vale. Voy, pero bájame.
-¿Me prometes que no huirás?
-¿Acaso tendría alguna posibilidad de que no me alcanzaras?
-Se buena. – Me bajó y sentí un pequeño mareo.- Vamos.
Claramente no tuve otra opción y para que no se me viera mi precioso sujetador negro tras el chapuzón, tuve que ponerme la sudadera.
-Me debes una.
El vehículo acuático empezó a subir. Me había colocado entre Justin y una señora que ocupaba mitad de mi asiento. Las cosas que tiene que hacer una…
Cuando estaba ya arriba se notaba el ondular que causaba el viento.
-¡No mires abajo, ni a la derecha! Ni mucho menos a la izquierda o la señora te tragará.- pensé.
-¿Preparada?- Dijo Justin excitado por las vistas. Me cogió de la mano y yo le devolví el gesto apretándole fuerte.
Todo paso en un segundo, el estómago se me subió y el corazón casi se me sale por la boca. La señora había dado toda su alma en el pedazo de grito, demasiado agudo para alguien tan grande. Estaba terriblemente empapada. Justin gritaba de júbilo al lado.
-¡Otra más, otra más!- decía alterado. Le solté la mano y fue cuando me di cuenta de que mi miedo lo había sufrido también Justin. No se había dado cuenta aun de que le había clavado las uñas.
Tierra firme, por fin. Aunque realmente parecía una gota de agua humana. Nos fuimos a sentar al césped de antes.
-Que, ¿qué tal?-dijo también empapado.
-Bien… un poco sorda.
-Yo sin mano, no te quejes- sonrió.
-Ahora tengo calor…- nos reímos.
-Quítate la sudadera.
-Sí, ¿no? Para darles una alegría a todos. ¡Fiesta de camisetas mojadas!- bromeé.
Justin aulló y nos reímos al unisonó.
-Tengo una idea. Te debía una ¿no?
-Ajam…- dije intentando adivinar a dónde quería llegar.
-Si quieres te dejo mi camiseta, está un poco mojada pero mejor que la blanca… así cojo un poco de color- Le miré agradecida.
-Estaría bien, sí. –Sin pensarlo se la quitó y no pude evitar observarle, nunca había pensado lo que había debajo de sus camisetas. Realmente me habría esperado que no tuviera ni forma, ni nada, pero no sabía cuánto me equivocaba. Horas en el gimnasio, muchas horas. Sus abdominales marcados y algo húmedos, unos pectorales no muy voluminosos pero si trabajados, una espalda recta, fuerte. Aún tenía moratones de la paliza, pero parecía como si no le dolieran.
No me di cuenta de que me había quedado embobada mirándole de arriba abajo.
-Eh… ¿Alex…?- Volví a la realidad. Justin me estaba ofreciendo su camiseta.
-Eh… Eh… Sí, la camiseta. Perdona.- sonrió. Le di mi móvil, cogí la camiseta y me fui al baño a cambiarme. Guardé mi camiseta y la sudadera en la mochila que traía conmigo y me miré en el espejo. Sonreí divertida. Me estaba grande pero me sentaba bien,  me gustaba. Sobre todo porque era suya…
-¡Deja de pensar en Justin, Alex!- me grité por dentro. No iba mal el día. Las atracciones eran pequeñas aventuras y no podía vivirlas con otro que no fuera él. Él… Justin.
Igual que no me había parado a pensar en cómo era Justin físicamente, tampoco me había parado a pensar en que había entrado en mi vida salvándome de algún modo. Esta era mi nueva vida. Sonreí. Justin y Lucas.